Rainer Hank: Los límites de la solidaridad

Por Rainer Hank

El rescate griego no sirve para nada. Lo único que hace es perjudicar. Y con él, entra en decadencia el Estado de derecho. Los europeos, antes ciudadanos honestos, se están convirtiendo en una banda de sobornadores y extorsionistas, tal y como expone el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung en su edición dominical.

Hace tan solo un año, los políticos europeos crearon una organización para rescatar al euro y desde entonces ha estado muy solicitada. Comenzó con préstamos de 110.000 millones de euros para Grecia. Luego llegaron miles de millones en rescates para Irlanda y Portugal. Y ahora Grecia vuelve a ponerse a la cola.

Los políticos han desobedecido la rigurosa prohibición de solidaridad del Tratado de la UE [“La Unión no es responsable de las deudas de los gobiernos centrales”] argumentando que se trata de una especie de emergencia. La ayuda de emergencia se permite, por supuesto, si un país ha sido arrasado por un desastre natural. El hecho de que la deuda pública de Grecia llegue casi al 150% del Producto Interior Bruto, una situación que fue obra de los políticos (es decir, de personas), ahora en la UE ha pasado a considerarse un tipo de capricho de la naturaleza.

Los tratados internacionales también prohíben al FMI y al BCE que elaboren planes de rescate de miles de millones de dólares. La compra por parte del BCE de bonos gubernamentales del denominado mercado secundario, es decir, de bancos de crédito, es tan sólo un subterfugio. La artimaña le ha convertido en el principal acreedor de los griegos, en un auténtico “banco tóxico”. El economista Roland Vaubel lo describe como “el incumplimiento de la ley más evidente en la historia de la integración europea”. Al perjuicio del Estado de derecho se añade una no menos grave erosión progresiva de la democracia.

Los honestos y sobornadores europeos

Desde el año pasado, los políticos griegos han dejado de tener autonomía. Su libertad de elección acabó cuando tuvieron que decidir qué vender primero, el puerto del Pireo o el de Tesalónica. Atenas ahora puede decidir si prefiere rebajar los salarios de los funcionarios un 10% y sus pensiones un 20%, o viceversa. Lo mejor es que apliquen las dos opciones. “El Bundestag impone sus condiciones a Grecia”, recogían recientemente los titulares de los periódicos, como si se tratara de un “protectorado” alemán (según Rainer Brüderle).

“A cambio de dinero, Grecia se ha convertido en la sierva de la UE”, afirma el economista Vaubel. “Como en la Edad Media”. El país en el que nació la democracia ha vendido su democracia a unos supuestos salvadores que actúan como administradores de insolvencia. La senda de la solidaridad en la UE conduce a la castración de la democracia.

Desde el punto de vista de los donantes, los préstamos de miles de millones con un tipo de interés bajo son una forma de soborno: es el precio que tiene que pagar la UE para proteger a los bancos franceses y alemanes. Desde el punto de vista de los receptores, los griegos se están comportando como extorsionistas, que exigen condiciones de crédito cada vez más favorables, como condición para no dejar que quiebren las naciones crediticias y sus bancos. Los honestos europeos se han convertido en sobornadores y extorsionistas.

Los “románticos del euro”, los ganadores

Este tipo de solidaridad está perjudicando a los parlamentos de Europa. En una operación repentina en Bruselas, el 9 de mayo de 2010, los políticos europeos, liderados por Nicolas Sarkozy, y siguiendo el consejo de Jean-Claude Trichet, acordaron crear el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) que pasará a la posteridad con las nuevas siglas de “MEE” (Mecanismo Europeo de Estabilidad). El Gobierno alemán sigue poniendo entre la espada y la pared a los parlamentarios alemanes y arrancándoles su consentimiento al plan, con la amenaza de que, si ponen obstáculos, los mercados anónimos se volverán locos (“Lehman, Lehman, Lehman”). Y en el caso nefasto de que ocurriera, advierte el Gobierno, el desastre sería absoluto (el “efecto dominó”).

Siempre que hay perdedores (la democracia, el Estado de derecho y los ciudadanos), hay también ganadores. En este caso, los ganadores son los partidarios de la centralización. El economista Vaubel los llama “románticos del euro”. El escritor Hans Magnus Enzensberger habla de “monstruos”: guardianes de la ciudadanía que, a base de argumentos morales, condenan a los que advierten del coste de una unión de transferencias y los califican de chovinistas siniestros y de cómplices indiferentes de una Europa en desintegración.

Todos pendientes del Tribunal Constitucional Federal

Las élites intelectuales de izquierda (desde Jürgen Habermas a Joschka Fischer) corren al rescate de las élites políticas románticas del euro, advirtiendo de los males de la “re-nacionalización”, sin reparar en que ellos, con su ‘solidaridad’ emotiva, son los verdaderos agentes del capital financiero, es decir, de los bancos privados.

En realidad, para los políticos y los intelectuales, no es una cuestión de ‘solidaridad’. Se trata de aumentar su poder y ganar la batalla de la opinión pública a costa de la libertad de la ciudadanía. Los defensores de la centralización de todos los frentes políticos e ideológicos, que se ocultan tras siglas crípticas pero costosas (FEEF, MEE), siempre socavan la competencia, corroen los controles democráticos y dificultan la comprensión entre las personas.

La fuerte reacción que está generando entre individuos de todos los niveles educativos el antes aburrido tema de Europa es un síntoma de que la gente es consciente de que está en juego algo importante. Mientras no se recupere la confianza en los mercados, depositamos nuestra última esperanza en el Tribunal Constitucional Federal. El 5 de julio, Europa será el objeto de debate en Karlsruhe.

–Vía: FRANKFURTER ALLGEMEINE SONNTAGSZEITUNG / FRANKFURT

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