Hombres solos
Hombres solos es parte de una conversación anterior, La izquierda reaccionaria.
¿No existe infinidad de movimientos radicales tanto de izquierdas como de derechas a lo ancho y largo de Europa? ¿No vivimos acaso y desde hace bastantes años, por cierto, bajo las leyes de un romanticismo reaccionario que, como apunta en Hombres solos (2004) el escritor Horacio Vázquez-Rial, “es el constructo ideológico de la irrealizable venganza de los que se consideran oprimidos y tratan el pasado como si fuese presente”?
Iba yo a escribir sobre el congreso del PSOE cuando mis intenciones se vieron desviadas por un artículo firmado por Eduardo Goligorsky, a quien respeto profundamente y a quien me alegra tener por compañero de fatigas en LD.
Los nazis profetizaron que su régimen duraría mil años. Los comunistas se jactaban de encarnar la síntesis definitiva del proceso dialéctico de la historia. Francisco Franco sentenció que lo dejaba todo atado y bien atado. Francis Fukuyama anunció que el derrumbe del imperio soviético marcaba el fin de la historia. El cementerio de las profecías está atestado de quimeras incumplidas.
Félix de Azúa ha publicado un artículo [Un descalabro, El País, 10/12/2011] sobre qué queda en España de esa cosa llamada izquierda. Aunque más que un análisis resultó ser un síntoma. Y es que la izquierda está aquejada del síndrome de «la caries franquista».
Los que vivimos en la izquierda nuestras juventudes aprendimos dos cosas inefables que finalmente nos vimos obligados a desaprender: por un lado, nos convencimos de que el marxismo, fundamento aparente de las políticas de las izquierdas, era una concepción científica del mundo en general, y de la sociedad y de la historia en particular, en la que, en consecuencia, lo sentimental y lo estético tenían poca cabida; por otro lado, nos convencimos de la superioridad moral de la izquierda y, sobre todo, de la superioridad moral de sus dirigentes.
Por Horacio Vázquez-Rial Muchos dirán, también esta vez, que soy un irresponsable al apartarme de la corriente general de preocupación por el destino del PSOE. Parecen coincidir los analistas en que ese partido, y no otro, es necesario para el buen funcionamiento de la democracia porque garantiza la alternancia y es el contrapeso imprescindible para el …
Yo recomendaría atesorar la historiografía marxista, guardar los dos tomos de El pensamiento griego de Rodolfo Mondolfo o ¿Qué sucedió en la historia? de Gordon Childe, previendo su definitiva descatalogación. Marx era un filósofo de su tiempo, muy brillante por cierto, y un excelente prosista romántico. Tal vez su culpa en relación con el comunismo real y con las socialdemocracias que nos ha tocado vivir no sea mayor que la de E. A. Poe en relación con los asesinos en serie que pululan por el mundo. Y un abismo separa Mein Kampf de El Capital, por mucho que se parezcan Hitler y Stalin.
El consumo forma parte esencial del progreso. Siempre ha sido así. Lo espiritual es un opción particular, pero de hombres vivos, con la supervivencia asegurada.
El liberalismo fracasaría si se convirtiera en utopía, en un objetivo que alcanzar como culminación de la historia. Las utopías, por definición y sin excepción, poseen un carácter totalitario. Y el liberalismo es exactamente lo contrario. No obstante lo cual, existen tendencias y corrientes absolutistas en este campo del pensamiento, que llevan a un futuro imaginario sin controles de ningún tipo sobre la acción humana individual.
Con esta actitud, dominante en todo Occidente, pero más notoria entre los Gobiernos de la UE y sus intelectuales, hemos abierto las puertas a los bárbaros. Se necesitarán generaciones de castigo para compensar tanta culpa: lo tendremos, que nadie lo dude.
La realidad de la escuela solo me resulta comprensible si considero que el cuerpo social actúa prescindiendo, por mero descuido, de ése propósito esencial que atribuyo al entramado educativo
Por Alicia Delibes Tras obtener el título de licenciada en Ciencias Exactas, en 1972, estuve dando clases de matemáticas en establecimientos de segunda enseñanza a alumnos buenos, regulares, malos y pésimos. Primero trabajé en colegios privados; después, como contratada (profesora no numeraria, PNN, hoy interina) en institutos de enseñanza media y, desde que –en 1977– saqué …
Si Fukusima establece el nivel general de seguridad ante sucesos naturales, para las instalaciones nucleares occidentales, podemos considerar como más que aceptable la seguridad en tales instalaciones.
Porque no ha habido un antes y un después del crack del 29, ese terremoto del capitalismo que, sin embargo, no cambió nada estructural, pero sí ha habido un antes y un después del 11 de Setiembre.
En primavera hubo primavera árabe, según la prensa. En otoño, otoño habrá. Las noticias de Libia son desalentadoras. Las de Egipto lo serán, y lo serían si se las publicara.
En Liova corre hacia el poder, Aguinis logra un relato estimulante e instructivo, dotado de un equilibrio preciso entre la erudición que caracteriza a sus ensayos políticos con la seducción narrativa tan típica de sus novelas. Liova corre hacia el poder se suma así a una bibliografía fecunda que ya hace tiempo consagró a Aguinis en el panorama de las Letras latinoamericanas.
Lo que aún no se ha descubierto en las derechas es la fórmula propagandística del marxismo, que fue una seudociencia –que influyó en todas las ciencias reales– y, a la vez, un dispositivo publicitario que llevará décadas quitar de la historia: un gran sistema de difusión de mitos que ha conseguido impregnarlo todo, incluido nuestro lenguaje cotidiano. ¿O acaso usted no habla en marxista?
Ciertamente, los regímenes comunistas fueron grandes burocracias, pero su maldad intrínseca no radicó en ese dato, sino en el hecho de que estuviese al servicio de un objetivo totalitario. El crimen nazi, en cambio, dejó muy pocos rastros de papel: los exterminadores fueron eficientes, metódicos, productivos en la destrucción, nada burocráticos, y no dejaron ni los huesos.
Que los del 15-M tengan simpatizantes no me asombra, aunque se cuente entre ellos a los del 22-M de Barcelona –porque son exactamente la misma cosa–, visto el estado de la Nación.