Marcelo Ostria Trigo: “El atrasismo”

Por Marcelo Ostria Trigo
Abogado y diplomático

Hace tiempo, los sectarios de la izquierda nos llamaban reaccionarios. Decían que a los no comunistas nos arrollaría la rueda de la historia que, inevitablemente, iba a crear la gran patria socialista universal, claro está a imagen y semejanza de la Unión Soviética de José Stalin.

Pero la historia reciente se encargó de desmentir el pretendido determinismo hacia la dominación mundial de un izquierdismo fanático. Quedan, ahora, resabios de ello en las bravatas del populismo de eliminar el capitalismo de la faz de la tierra y en las amenazas de sus aliados, los ayatolás iraníes, de destruir el mundo occidental, en nombre de la ‘yihad’ contra los infieles.

Contando con este mentís histórico al pretendido ‘destino manifiesto’ de la extrema izquierda, el escritor hispano-argentino Horacio Vázquez-Rial crea una palabra expresiva que define lo que ahora pretenden los extremistas: el ‘atrasismo’. Caracteriza así a la “ultraizquierda reaccionaria o la ultrarreaccionaria izquierda”. “Por extraño que parezca –dice– (el atrasismo) resulta ser de izquierda”. Y añade: “El ultraizquierdista reaccionario es un fanático…: un hombre que, habiendo perdido de vista los fines, se dedica furiosamente a los medios… Por eso se acerca a las sociedades atrasadas, a las que él ve como paradigma de los resultados del capitalismo…”.

“Una de las exteriorizaciones más conspicuas del ‘atrasismo’ es su declarada enemistad con Israel, la única nación verazmente democrática en Oriente Medio”. Claro está que esa enemistad nace del cinismo: los adversarios de la nación judía son más numerosos y ocupan un vastísimo territorio. Éste fue un cálculo inmoral de la Unión Soviética para atraer adeptos y armó a varios países enemigos de Israel para alinearlos contra Occidente en la Guerra Fría.

Señala Vázquez-Rial que “ninguna de las muchas revoluciones actualmente en marcha mira hacia el porvenir… Estos mozos, los ‘progres’, no quieren ‘falsas’ democracias de modelo occidental, sino ‘sharia’ o leyes quechuas o aimaras: Evo Morales les da la razón y restaura la legalidad originaria –vaya uno a saber qué es eso, si el mismo Presidente lleva un apellido español–. Ya en 1992, un delegado indígena boliviano de los muchos que vinieron a España… lo expresó con claridad: ‘Nuestro futuro es nuestro pasado’”. Éste es el anacronismo convertido en objetivo político.

Los nostálgicos de la izquierda extrema, con renovado fervor, ahora se unen al populismo, el que procura exhibir un ‘socialismo del siglo XXI’ que se erige como una modalidad del atrasismo. Y, en ese afán, se ponen fuera del tiempo, del que el propio Engels decía: “Las formas fundamentales de todo ser son el espacio y el tiempo, y un ser concebido fuera del tiempo es tan absurdo como lo sería un ser concebido fuera del espacio”.

“Ninguna de las muchas revoluciones actualmente en marcha mira hacia el porvenir”, afirma Vásquez-Rial. En Bolivia se está buscando un retorno imposible al pasado. Esto sería –lo dice el escritor Marcos Aguinis– “como si los egipcios pretendieran vivir en los tiempos de los faraones y los italianos en los de César Augusto”.

Con el atrasismo se reniega de un pasado de pueblos que, pese a sus diferencias, han convivido medio milenio, dando lugar al mestizaje y a un rico sincretismo cultural.

Mientras tanto, la ‘rueda de la historia’ sigue rodando hacia el progreso, pero sin nosotros.

Vía El Deber (Bolivia)

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