El otoño árabe
En primavera hubo primavera árabe, según la prensa. En otoño, otoño habrá. Las noticias de Libia son desalentadoras. Las de Egipto lo serán, y lo serían si se las publicara.
En primavera hubo primavera árabe, según la prensa. En otoño, otoño habrá. Las noticias de Libia son desalentadoras. Las de Egipto lo serán, y lo serían si se las publicara.
o lamento por mis entusiastas y queridos amigos que anunciaron el advenimiento de una nueva era en el mundo árabe. Musulmán, por supuesto. Hasta Reagan, en un alarde de igualitarismo que le honra, se equivocó. Falta mucho para que eso cambie un poco, si es que no cambiamos nosotros antes. Involucionamos. Más.
La primera intervención americana en el extranjero, cuando los Estados Unidos eran un proyecto en desarrollo, tuvo lugar en 1805, precisamente en lo que hoy es Libia, donde un grupo de diez infantes de marina al mando de William Eaton y unos cuantos árabes reclutados en Egipto, con apoyo naval, tomó la ciudad de Derna. El objetivo era acabar con los impuestos al comercio que el monarca local había establecido.
El bien sólo existe como consecuencia de la lucha contra y el triunfo sobre el mal. No me refiero aquí a la bondad, condición de individuos que libran su guerra particular contra el mal. No me refiero, pues, a la labor de Francisco Ferrer ni a la de las personas que hacen Cáritas, en una desigual contienda con las consecuencias del mal, con sus síntomas, no con sus causas, que pertenecen al terreno de los que mandan, incluso desde el más allá, como Mahoma.