La Razón centró su suplemento del domingo 14 de julio alrededor del tema «Islamismo y democracia».
En él encontramos un artículo de Alexander del Valle titulado «El totalitarismo islamista» que reproducimos a continuación.
«La Primevaera Árabe fue inicialmente muy bien recibida por la prensa occidental como el “fin del islamismo violento”, el comienzo de “una era de paz” y la “prueba absoluta” de la evolución democrática del islam político. Iniciada entre diciembre de 2010 y la primavera de 2011 por pacíficos jóvenes, blogueros laicos, liberales y gente de izquierda, organizados en redes sociales que se asemejaban mucho a los “indignados” españoles de Barcelona o Madrid, este proceso “revolucionario democrático” fue presentado por todos los medios de comunicación, así como por los políticos “islámicamente correctos”, como una maravilla que nadie tenía derecho a matizar. La democratización formal de algunos países árabes fue presentada como la prueba de que la civilización árabo-islámica no estaba tan atrasada en la actualidad, y que el único obstáculo a esa bienvenida democratización no era del todo la religión islámica o el islam político, sino los dictadores laicos y los militares más omenos laicos (Túnez, Egipto, Siria, Argelia, etc.) que le impedían al islamismo, desde hacía años, ejercer el poder.
La prohibición de los partidos islamistas por parte de los dictadores árabes antiislamistas, como Asad (Siria), Saleh (Yemen), Ben Ali (Túnez), Gadafi (Libia) o Mubarak (Egipto), era la “verdadera” causa del terrorismo islamista. Según nuestros paradójicos pensadores laicos europeos, la civilización árabo-islámica sería intrínsecamente “buena”, por ser “la víctima” por antonomasia del malvado Occidente judeo-cristiano. Inteligentemente, desde el 11-S, los pensadores y políticos islámicamente correctos de América y Europa nunca han exigido de los países islámicos, ni de los líderes del islam suní (Arabia Saudí, Al Azhar enEgipto, Hermanos Musulmanes, etc.), una reforma profunda y una toma de conciencia que podría desembocar en una autocrítica. Nunca se han atrevido a decir lo que afirman todos los musulmanes laicos y progresistas antiislamistas: que el islam oficial y legal, mayoritario y dominante, el que se enseña en la casi totalidad de los países musulmanes y en todos los países árabes, nunca ha sido reformado desde el siglo X…, es decir, desde cuando se cerraron las “puertas de la ijtihad” (interpretación). Estos países árabes e islámicos, que acusan constantemente a la vieja Europa, y la culpabilizan por ser un “club cristiano islamófobo”, siguen enseñando en sus mezquitas más oficiales una visión del mundo intolerante, antijudía, antiatea, antilaica, antipagana, belicosa y violenta. Los líderes oficiales del islam mayoritario árabe suní justifican hoy mismo, y sin ningún sentimiento de culpabilidad, la desigualdad teológica y jurídica entre hombres y mujeres, entre los seres libres y los esclavos, y entre los musulmanes y los no musulmanes.
En ninguno de estos países es posible ser musulmán y convertirse al budismo o al cristianismo. La libertad religiosa es condenada. Y a los que exigen tolerancia y reciprocidad, se les acusa de “hablar como los infieles colonizadores occidentales”. Así, en nombre de este victimismo colectivo antioccidental, en vez de aprovecharse del horror del 11-S o del 11-M para llamar la atención de las conciencias musulmanes mas aperturistas, los líderes occidentales, esclavos de la energía de los países del Golfo, y adeptos de la ideología de la autoflagelación, aún acusan y denuncian más a los llamados “islamófobos”, que los mismos ideólogos oscurantistas del islamismo oficial saudita, egipcio, magrebí, etc. Pero olvidan que el islam suní, que justifica la «yihad» y el odioa los infieles, no sólo nunca ha sido reformado, sino que, por el contrario, se ha visto radicalizado por la influencia del wahabismosalafismo saudita y la ideología de los Hermanos Musulmanes, y es en gran parte responsable de lo que en uno de mis libros he bautizado como “totalitarismo islamista”.
“Totalitarismo” es un término mucho más adecuado para definir el fenómeno global del islamismo radical que “integrismo” o «fundamentalismo». El hecho de comparar siempre a los islamistas radicales con los “integristas” católicos asiduos de las misas en latín, con los protestantes pentecostales, con los Testigos de Jehová, o con los judíos hasidim, es inadecuado y equivocado, porque la fuente del terrorismo islámico no es sólo una ideología integrista y fundamentalista, sino una ideológia teocrática más política que religiosa, en la cual la religión es una ideología política totalitaria que proyecta conquistar y convertir al universo. Existe una incapacidad total de autocrítica: el otro (Occidente) es responsable siempre de todos nuestros males, y se le ha de destruir. Esa característica del totalitarismo islámico explica los mayores males: la violencia crónica, el subdesarrollo, el mal estar de los países arabo-musulmanes, la ausencia de verdadera democracia liberal. Este victimismo hace que resulte muy difícil para el islam aceptar el pluralismo religioso, los derechos de las mujeres y de las minorías religiosas, o la libertad de pensamiento, que es siempre un peligro para el sistema teocrático, base del poder.
¿Por qué me permito afirmar esto? Porque la permanente denuncia arabo-islámica del “Occidente diabólico e imperialista” impide cualquier formade reforma teológica y jurídica del islam mayoritario suní, que sigue siendo la fuente primera del totalitarismo verde. Desde hace siglos, y tal como hemos visto durante unos pocos años, entre 1890 y 1970, los líderes políticos y religiosos que quisieron reformar el islam sunita o introducir la laicización (el líder religioso de Al Azhar Abdel Razeq en 1925, Atatürk en 1924, Bourguiba en los años 1960-1980 enTúnez, o el neomutazilita egipcio Abu Zeid en los años 1990) siempre fueron acusados por los líderes religiosos suníes de ser “infieles” o, peor, porque así corren el riesgo de la pena de muerte, “apóstatas”. Este rechazo permanente de todo lo que se refiere a Occidente les permite a los islamistas antioccidentales aparecer como los “verdaderos” musulmanes. Consiguen impedir la apertura y deslegitimar cualquier forma de reforma religiosa, en nombre del rechazo de las ideas “infieles”. Esto les permite a los Hermanos Musulmanes, o a otros partidos políticos musulmanes salafistas-wahabitas, ganar las elecciones con eslóganes tan simplistas y reduccionistas como “el islam es la solución”. Para entender el problema central del mundo árabo-islámico, basta viajar a esos países, hablar con la gente y con los dirigentes, con los intelectuales y los que luchan por la libertad y son perseguidos o viven escondidos. Basta abrir los ojos. Y es fácil darse cuenta de que los peores enemigos de los musulmanes son ellos mismos. O, mejor dicho, los musulmanes son las primeras víctimas del totalitarismo islamista, una paranoia colectiva-victimista que impide que cualquier librepensador, reformista, laico, progresista, liberal, mujer emancipada o miembro de unaminoría religiosa, esté considerado como un igual y se exprese sin arriesgar su vida o terminar en la cárcel por “blasfemia”.
Así se puede entender la increíble obsesión de los países musulmanes miembros de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) de hacer adoptar en ONU la condena de la”islamofobia” y de la “difamación de la religión”. De este objetivo teocrático y totalitario de dimensión universal, van en pos grandes aliados de Occidente, como Arabia Saudita, Egipto, Turquía, Argelia, Túnez, Marruecos, Jordania, Qatar, Emiratos Árabes Unidos… ¿Qué queda de la cultura? Para terminar y entender mejor esta mentalidad paranoica colectiva, basada en un sentimiento de persecución permanente y de odio hacia los “infieles”, basta leer informes oficiales como el del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sobre el “Desarrollo humano árabe”, que muestra que el mundo árabe, que se vanagloria de su pasado de traducción de las obras filosóficas y científicas de la antigüedad, desde hace años no traduce casi nada… El informe muestra que el mundo árabe ha traducido no más de 10.000 obras extranjeras desde los tiempos del gran califa al-Ma’mun (muerto en 833; Ma’mun era un reformista, pero su secta racionalista, la mutazilia, que tradujo obras griegas, está totalmente prohibida desde el siglo X en todos los países árabes…). Dicho informe muestra que lo que tradujeron los 23 países de la Liga Árabe desde esta época equivale a lo que España traduce en un año…