Por Fátima Uribarri
La primavera es inoportuna. Paseamos por la Feria del Libro de Madrid cuando un chaparrón nos obliga a cobijarnos bajo los toldos de una de las casetas. Somos afortunados. La lluvia nos lleva a la editorial Pretextos y Horacio Vázquel Rial, nuestro compañero de visita a esta fiesta de los libros, hojea con gusto varios títulos de su exquisito catálogo. Las manos se le van hacia Pessoa, a una edición bilingüe. La poesía es uno de sus vicios lectores, cuenta. Le llaman sobre todo dioses como Yeats, Pound, T. S. Eliot, Vallejo, Salinas, o Borges, “el escritor más influyente del siglo XX”, dice con entusiasmo.
Amaina la lluvia y nos sumergimos de nuevo en el torrente humano del Retiro. “En mi primera Feria de Madrid me encontré con un personaje de mi novela Soldados de porcelana. Era un militar que me contó cosas fundamentales. Tanto es así que incluí este encuentro en ediciones sucesivas y corregí muchas cosas”, cuenta Vázquez Rial.
Charlamos con un café en las manos cuando se nos acerca Juan Gabriel Vásquez, reciente ganador del Premio Alfaguara con la novela El ruido de las cosas al caer. Vásquez ha venido a firmar ejemplares. Pero ha adelantado la cita para brujulear por los puestos. “La primera vez que vine a la feria de Madrid fue como escritor. Me tenían que llevar a la fuerza a la caseta porque a mí lo que me llamaba era ver libros”, dice.
Vázquez Rial también se bautizó en la feria como autor. “Es importante que, como en los toros, te toque una caseta en sombra”, sentencia riendo. Juan Gabriel está de acuerdo, y añade que también es importante el hallazgo de libros raros, como títulos latinoamericanos de los años cincuenta y sesenta, que colecciona.
Lo de ver a los colegas es otro aliciente para ir al Retiro, coinciden. “Aprovecho para estar con los escritores de mi ciudad (ahora vive en Barcelona) a los que allí no veo, porque me recluyo a escribir”, comenta Juan Gabriel Vásquez. Y se retira: es su hora de firmar libros.
¿Cómo es el trato con los lectores desde la caseta? Vázquez Rial comenta que a veces es extraño “porque te preguntan precios”, dice riendo. Hablamos de libros, ya que nos vigilan desde todos los ángulos. Vázquez Rial acaba de leer Juicio a Franco de José Javier Esparza: “Es extraordinario, imprescindible y moderno. Se sale de los cánones”, concluye. Otro título que le ha encantado es la trilogía Millenium, de Stieg Larsson. “Cuenta lo que es Suecia de verdad. No tiene la ingenuidad estúpida de Mankell. Es cierto que el sueco está controlado desde que nace. Lo que le pasó a Lisbeth Salander es verdad”, sentencia.
De la Literatura Española Contemporánea confiesa que nada le atrae: “Necesito que me cuenten cosas nuevas”. Sí ha tenido un descubrimiento reciente y feliz, pero no es español; es “Don Winslow, un autor impresionante. La novela policial española, sin embargo, es absolutamente light”.
Es curioso, él, que ha sido profesor de Escritura Creativa, asegura que “no se puede enseñar a escribir; lo que pesa es aprender a leer y a leerse. El único truco es que los personajes se independicen; entonces funciona la historia”.
Además, claro, hay que escribir. “Yo escribo todo el día”, dice, y saca una libreta negra del bolsillo de su chaqueta. “Todo me sugiere cosas”. Es posible que esta charla alimente algunas líneas, como cuando un camarero adormecido y aburrido le dijo: “Aquí estoy viviendo la intensidad de la vida” y le dio el arranque de la novela que está escribiendo.
Confiesa su nostalgia por los cafés de Buenos Aires, donde se leía poesía en voz alta. Eso ya no existe en Madrid. “¿Qué cafés quedan? En el Gijón vuelcan autobuses de turistas a tomar Paella D’or”.
Se le asoma la nostalgia, lo reconoce, pero de un tiempo muy definido. “Tuve suerte porque hasta los años setenta Argentina fue un país liberal en el sentido vital”, dice.
Ah, Argentina: es inevitable que salga el tema. “Un país de tercera categoría que genera mitos universales como Evita, el Che, Gardel, Maradona o Messi. Y el propio Perón. Por cierto, Zapatero no lo sabe, pero es peronista”, remata Vázquez Rial.