Por Fernando Caro
Que le cuestión educativa forma parte de la mercancía política –que atrae el foco de atención con cansina intermitencia– creo que tengo derecho a opinarlo. Con Javier Orrico seguramente las coincidencias serán amplias –ambos nos hemos apropiado del “elogio” empleado por Vargas Llosa- pero ello no impide que discrepe en el asunto que aquí me trae.
Y es que, a mi modo de ver, o la excelencia tiene aspiraciones de totalidad o no es y debiera tratar de abarcar a alumnos, profesores, equipos y modos de gestión.
Ahora bien, confieso desconocer con detalle el alcance de la propuesta de la Sra Aguirre y que, a la vez, los planteamientos que aquí he sostenido con más o menos detalle siguen siendo mi soporte argumental (ciertamente que no he recibido apreciaciones o comentarios al respecto cuando lo razonable sería no tener razón en todo…).
La propuesta que llamo “Cheque inverso“ la he comentado en alguna ocasión con poco éxito. Es una idea sin madurar y por lo tanto se aporta como sugerente elemento de reflexión. Se basa en que tras el imprescindible proceso previo, surja una red de centros –de primaria y secundaria- como opción voluntaria para aquellos padres dispuestos al pago al comienzo de curso –como fianza- del coste real calculado del puesto escolar a ocupar.
En 2-3 plazos, o al finalizar el curso, los padres recuperarían el importe pagado con una prima establecida por aplicación de un baremo elaborado en función de la trayectoria –académica y de comportamiento- del alumno a lo largo del curso.
Es una propuesta coherente con el hilo conductor de mis anteriores reflexiones que supondría, si fuera plausible y viable, una corresponsabilización de familias y alumnos en el sentido que, creo, anhelamos muchos profesionales.
De llevarse a cabo, los centros de secundaria implicados oferecrían una fisonomía bien diferente: sería la hora de que los profesionales mostraran su auténtica valía.
Finalmente la Comunidad de Madrid ofrece el factor de escala que permite que tal propuesta pueda llevarse a efecto.