Al fariseísmo ya congénito de una izquierda en desvarío desde la caída del Muro, hay que unirle esa otra marca de nacimiento que es el mesianismo totalitario, la necesidad de cambiar el mundo cada vez que se cambia el Gobierno.
Sólo la alianza entre el gen totalitario de la izquierda y la estrategia de la cizaña y el enfrentamiento civil implantada por Zapatero desde su acceso al Gobierno, puede explicar el que España se haya convertido en este país triste, fanático y enemigo de los vicios y la alegría de vivir que hoy somos. La ley antitabaco que acaban de poner en marcha, a la que sólo le ha faltado enviar a los fumadores al gulag o gasearlos, nos convierte en una sucursal de Singapur, donde los reincidentes pueden acabar hasta en la cárcel. Nunca pudimos imaginar que el partido que en la Transición y primeros ochenta organizaba incluso grandes fumadas de porros para pedir su legalización, llegaría a ser el emblema del puritanismo sanitario. Mañana prohibirán la olla de cerdo, las tostadas de manteca o las migas de muerte-marrano, y el ajo a mortero con patatas cocidas o caldero, que luego atufan a las almas delicadas.